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El señuelo de poder realizar las compras anheladas o gastos imprevistos con una sencilla tarjeta. Sin problemas aparentes. Pero picar el anzuelo de poder gastar fácilmente 6.000 euros le ha costado muy caro a S.P.M una joven que trabaja en una oficina del centro de Vigo. «Ahora debo más de 130.000: estoy en quiebra», explica.

En plena Navidad la calle Príncipe está llena de reclamos y ofertas de regalos. Es fácil caer en la tentación. Pero la joven no puede permitírselo. Intenta salir de un pozo donde cayó hace diez años. Se lo cuenta a la abogada Annie Buquet, su única esperanza para salir a flote. El encuentro tiene lugar en el bufete Montecelo. El espacio impoluto blanco contrasta con el elegante negro riguroso que viste la mujer víctima de malas artes financieras en que las entidades captan a incautos con tarjetas que permiten gastar pero que luego alargan el pago descomunal de intereses.

 

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